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“No tiene sentido negar los deseos del corazón”: Una madre logra adaptarse a su nueva realidad

Antes de que la guerra comenzara en Ucrania, Anzhelika y sus dos hijas, Ruslanka (de 20 años) y Valeria (de 22) tenían una vida muy tranquila en Borodyanka, en Bucha Raion, Provincia de Kyiv. Esta madre de 48 años trabajaba en un negocio de joyería y pasaba sus días soñando despierta con las futuras bodas de sus hijas que la convertirían en abuela, situación que se mantuvo hasta el 24 de febrero.  

Cuando la pequeña ciudad de Borodyanka fue atacada, Anzhelika y su hija Valeria se refugiaron en un sótano cercano por varios días hasta que los bombardeos cesaron. El solo hecho de recordar los eventos traumáticos que debió soportar mientras estuvieron escondidas humedece sus ojos.  

Cuando los bombardeos se intensificaban los residentes de Borodyanka se comunicaban por medio de conversaciones en línea en las que diariamente se enviaban un signo más (+) para confirmar que todavía seguían con vida. A medida que pasaban los días, los signos más que se compartían iban disminuyendo.  

Anzhelika se dio cuenta de que debía irse de Borodyanka lo antes posible para asegurarse de que su hija pudiera sobrevivir.  

Las dos se fueron de Borodyanka junto a un grupo de 21 personas entre las cuales también había algunos bebés. Lo que querían era alejarse lo máximo posible de los bombardeos. Una vez que llegaron a  Uzhhorod se dieron cuenta de que no había ningún lugar para quedarse hasta que un monasterio les ofreció alojamiento.  

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“El trabajo nos ha permitido alejarnos de los pensamientos negativos y de reflexionar demasiado acerca de todo lo que hemos tenido que vivir”.IOM/Dušana Štecová 

Por tres días consecutivos Anzhelika no pudo ni comer ni dormir por el estrés sufrido durante los bombardeos masivos en Borodyanka. Mientras escapaban no tuvieron tiempo de llevar consigo ropa, alimentos, documentos ni tampoco otros objetos de valor, pero los monjes se encargaron de todo.   

Anzhelika no tenía idea de cuáles iban a ser sus siguientes pasos o adónde iba a ir. Un monje le explicó dónde estaban las fronteras y le dijo adónde tal vez podría ir. “Mi hija me aconsejó ir a Eslovaquia para estar cerca de casa en el supuesto caso de que pudiéramos regresar en algún momento en el futuro cercano”, recuerda. “Me pareció una buena idea porque yo pensaba que no íbamos a estar lejos por mucho tiempo”. 

Anzhelika y su hija caminaron por diez kilómetros para poder llegar hasta la frontera que Ucrania comparte con Eslovaquia. “Formábamos parte de un grupo de personas que viajaban juntas con sus bolsos, sus mascotas, sus pertenencias – con todo lo que tenían. Finalmente, después de haber cruzado la frontera, nos sentimos aliviados. Los voluntarios nos entregaron alimentos y nos brindaron algunas comodidades”. 

Cuando llegaron las personas fueron divididas en grupos de acuerdo con su destino final en Eslovaquia. Anzhelika terminó en un grupo de personas que no estaban realmente seguras del lugar al cual querían ir. Sintió que debía tomar una decisión acerca de su futuro y que debía hacerlo cuanto antes. “Mi filosofía es que si a mí se me dio el regalo de la vida y sobreviví a la mayor parte de mis vecinos en Borodyanka, entonces debía aprovechar esa situación y sacar lo mejor de ella”. 

Diez días después de haber cruzado la frontera con Eslovaquia, Anzhelika ya se encontraba trabajando en una granja cercana a Košice. “El trabajo ha evitado que tengamos pensamientos negativos y que reflexionemos demasiado acerca de todo lo vivido. La tierra es la misma, sea que se encuentre en Ucrania o en Eslovaquia”, dice Anzhelika.  

Even though she is happy to have found a temporary home in Slovakia, the only thing Anzhelika longs for is peace. Photo by IOM/Dušana Štecová

Si bien ella está feliz de haber podido encontrar un hogar temporario en Eslovaquia, la única cosa que  Anzhelika anhela es la paz.IOM/Dušana Štecová

Trabajar la tierra no siempre es fácil pero comprendimos rápidamente que si alguna vez queríamos regresar era necesario trabajar duro para que eso ocurriera.

Mientras tanto, su hija Valeria ha regresado a Ucrania y se ha inscripto para estudiar y convertirse en paramédica. Anzhelika cree que muy pronto se alistará en el ejército.  

Anzhelika siente un gran agradecimiento por haber podido interactuar con la gente de Eslovaquia; señala que su único obstáculo fue el idioma. Para poder mejorar las habilidades idiomáticas de quienes han debido huir de Ucrania y mejorar aún más sus oportunidades de empleo e integración, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) está organizando clases de idioma, a las cuales  Anzhelika asiste con regularidad.  

Si bien está feliz de haber podido conseguir un hogar temporario en Eslovaquia, lo único que Anzhelika anhela es la paz. “Algunas personas tal vez podrían pensar que es fácil para nosotros aquí, pero no es así. Estoy aquí pero mi corazón está donde están las bombas. Estoy segura de que la mayor parte de los ucranianos en el exterior podrán regresar a casa algún día – no tiene sentido negar los deseos del corazón”. 

Esta historia fue escrita por Dušana Štecová, Asistente de Prensa de la OIM Eslovaquia, dstecova@iom.int